Y no hablaron claro

2022-06-10 22:17:17 By : Mr. Yibin Chen

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El Pacífico señores y señora, es mucho más que Cali, Buenaventura y tres ciudades capitales. Es mucho más que afros, corrupción y violencia. Es mucho más que un andén o un corredor que tiene al Océano Pacífico como límite y posibilidad; y a la cordillera occidental como oportunidad y obstáculo.

El Pacífico señores y señora, es mucho más que Cali, Buenaventura y tres ciudades capitales. Es mucho más que afros, corrupción y violencia. Es mucho más que un andén o un corredor que tiene al Océano Pacífico como límite y posibilidad; y a la cordillera occidental como oportunidad y obstáculo.

“Expresándonos a través de lo cultural:

Música, artes plásticas, danza en general.

Acento golpia'o al hablar. El 1, 2, 3 al bailar.

Después de eso seguro hay muchísimo más”.

Somos Pacífico - ChocQuibTown

En el debate “Hablemos claro sobre el Pacífico” seis de los ocho candidatos presidenciales demostraron su oscurantismo frente a una región que es muchísimo más que Cali, Buenaventura y tres capitales de departamento. Muchos lugares comunes en un encuentro que no contó con la presencia de Rodolfo Hernández y Gustavo Petro. Lo bueno: la organización. Lo malo: el desconocimiento profundo del concepto Pacífico. Lo malo: las mentiras de siempre que se reflejan en pronunciamientos que no alcanzan a ser propuestas, pues carecen de fundamento real y bases sólidas por lo menos en términos financieros y se quedan en demagogia populachera. Otra vez los comités de aplausos, vivas y vítores estuvieron en lo suyo: desatender la norma. Deberían, en lo que resta de ‘debates’, comprometer a los candidatos a medir la autoridad moral y ética que tienen sobre sus seguidores, instándolos a cumplir. Silencio y respeto.

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Lo primero que debería plantear un candidato serio es que en Colombia las cinco regiones (Amazonía, Andina, Atlántica, Orinoquía y Pacífica) son una arbitrariedad político-administrativa que a lo sumo recoge la geografía y los puntos cardinales para su definición. Es decir, son una clasificación elemental que en los países desarrollados hace rato dejó de ser el principio sobre el cual orbitan las decisiones de los gobiernos para su gobernabilidad y desarrollo. Por ejemplo, en Francia para citar un solo ejemplo, al margen de la región del país donde se produzcan vinos, se legisla para el sector y no para el espacio físico, algo que estaría más ligado a lo humano que al territorio, que aquí se ha resignificado por cuenta de las consideradas minorías étnicas. No importa si es en el norte o en el sur, los gobiernos atienden la lógica del bienestar, el progreso y la calidad de vida de los ciudadanos.

Lo segundo, que ningún candidato se atrevería a proponer en este momento, es la desaparición o reforma estructural del concepto de departamento, dada su obsolescencia política y administrativa, pues con una visión netamente economicista han terminado hoy convertidos en tramitadores burocráticos y manipuladores de recursos que transfiere la nación y con los que se extorsiona políticamente a los alcaldes y las instituciones en busca de réditos, contratos y, por supuesto, aliados que perpetúen las maquinarias en el poder. “Plata es plata” aseguró Federico Gutiérrez cuando el periodista Daniel Pacheco le explicó que los recursos de las regalías no son del gobierno central sino de los territorios, confirmándose así otra deficiencia del candidato frente al manejo de la cosa pública; y la idea que subyace en la mayoría sobre lo regional.

Superadas estas dos precisiones que ningún candidato hizo, debe entonces realizarse otra que apuntala la mirada centralista que no les permite ver y entender en su real dimensión a la periferia e integrarla en sus planes de gobierno si llegaran a la presidencia: Por razones que todos conocen Cali es la ciudad más importante del suroccidente colombiano y el centro migratorio de esta parte del país, como lo es Bogotá de toda Colombia, pero mientras la segunda funge como capital de la república, Cali lo es solo de un departamento y no de toda la región. Aquí no se toman decisiones para Cauca, Chocó o Nariño, aunque las impacten de manera colateral y eso resulta clave en la concepción de ciudad-región. Tres de los seis candidatos politizaron sus propuestas -que fueron más apreciaciones sobre Cali- y las convirtieron en opiniones en contra del alcalde Jorge Iván Ospina, de su gobierno y de su actuación en el Paro Nacional al que se refirieron como Estallido Social, sin matices.

Algo similar puede decirse de lo que propusieron para Buenaventura: el lugar común de la deuda histórica irradiada en la concentración en el puerto de todos los males que padece Colombia como premisa; con la propuesta en el fondo insustancial de una gerencia especial o un comité o un ministerio, como si ya no estuviera sobre diagnosticada la situación y lo que hace falta es ejecución y cumplimiento. Cali y Buenaventura son Distritos Especiales hace cuatro y quince años respectivamente y ello no ha servido para nada porque en ninguna de las dos ciudades se ha tomado la decisión política de gobernar pensando en la idea de acercar el estado a la gente; y para el caso de Buenaventura, en los intereses de los cinco puertos que han recibido multimillonarios recursos del gobierno a través -entre otras entidades- de la Agencia Nacional de Infraestructura. De modo que al respecto tampoco la tuvieron clara.

El más claro de los seis candidatos fue tal vez al que menos conoce el pueblo colombiano. El único caleño del grupo y el que sustentó sus propuestas con datos y proyección: John Milton Rodríguez. El predicador no profetizó, fue directo y equilibrado. Federico Gutiérrez en lo suyo: generalidades y fidelidad a la estrategia de la repetición inocua que delata su condición, su mentor y sus apoyos. Abstención y silencio en varias preguntas cerradas. Sergio Fajardo con su retórica presidencialista y esa pulsión ególatra de evocar que todo lo habido y por haber ya lo hizo en la alcaldía de Medellín y en la gobernación de Antioquia. Ingrid Betancourt difusa y ‘sin oxígeno’ en su actitud y sus propuestas. Luis Pérez exagerado y ‘enmarihuanado’, obvio, me refiero a la inmersión en su propuesta canábica en la que parece pierde las proporciones de la realidad. Y Enrique Gómez un fiel escudero de la oratoria incendiaria de su abuelo Laureano Gómez. Un verdadero monstruo.

El Pacífico señores y señora, es mucho más que Cali, Buenaventura y tres ciudades capitales. Es mucho más que afros, corrupción y violencia. Es mucho más que un andén o un corredor que tiene al Océano Pacífico como límite y posibilidad; y a la cordillera occidental como oportunidad y obstáculo. Es un complejo entramado social que ni lo define ni agrupa una designación geopolítica y en el que lo indígena, lo europeo y lo afro se fundieron para conformar una identidad pluriétnica y multicultural, que requiere visiones más amplias y propuesta más ajustadas a su diversidad.

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Ante este grave panorama, quien asuma las riendas del país el 7 de agosto se enfrenta a importantes retos para pagar la deuda histórica que se tiene con nuestro Pacífico. Una de las principales apuestas es fortalecer la economía.

Ante este grave panorama, quien asuma las riendas del país el 7 de agosto se enfrenta a importantes retos para pagar la deuda histórica que se tiene con nuestro Pacífico. Una de las principales apuestas es fortalecer la economía.

Con altos índices de pobreza y atraso el Pacífico colombiano ha sido una de las regiones más olvidadas del país. Basta con señalar que el 30.9% de sus habitantes sufre de pobreza multidimensional, en tanto que el desempleo juvenil ha alcanzado niveles superiores al 34% en Quibdó, 26% en Pasto, 20% en Cali y 34% en Popayán. Se trata de una situación que he palpado en mis recorridos por la región, en los que he podido dialogar con sus gentes sobre sus necesidades y anhelos, pero también sobre las soluciones a sus problemáticas.

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Ante este grave panorama, quien asuma las riendas del país el 7 de agosto se enfrenta a importantes retos para pagar la deuda histórica que se tiene con nuestro Pacífico. Una de las principales apuestas es fortalecer la economía. Esto es posible desarrollando políticas que articulen a las Mipymes como proveedoras de grandes empresas, por medio de estrategias como los clústeres económicos y el desarrollo de proveedores y empresas ancla para promover el desarrollo económico local. También se debe impulsar el emprendimiento con acceso a financiación por medio de una política de microcrédito y emprendimiento.

De otra parte, se debe impulsar la creación de nuevas empresas como las del sector pesquero artesanal e industrial, en Tumaco y Buenaventura. También, fortalecer el ecoturismo como motor para el desarrollo y generador de empleo para mujeres y jóvenes. A los proyectos macros en esta área se le debe dar estímulos de 20 a 30 años para que tengan competitividad.

Además, hay que implementar una política de empleabilidad juvenil que tenga en cuenta la educación dual para formar a los jóvenes en competencias acordes con la demanda laboral y que garantice la protección social y sus derechos laborales. También, crear redes de emprendedores con acceso a programas de tutorías de empresas para apoyar sus proyectos.

Para la mujer rural y urbana se necesita crear programas para que alcancen su autonomía económica. Además de darles capital semilla se les debe acompañar para el éxito de sus proyectos productivo. Todo esto, articulado con las apuestas de los gobiernos regionales para su inserción laboral y con el fortalecimiento de las Mipymes que ellas lideren.

Otro reto es el de fortalecer la infraestructura, mediante el desarrollo de obras que garanticen el acceso de las comunidades al agua y a los servicios públicos. Pero también, el desarrollo y culminación de proyectos como el dragado de profundización del canal de acceso al Puerto de Buenaventura; finalizar la doble calzada Buga-Buenaventura; promover el Distrito de Buenaventura como zona económica especial; consolidar el Tren del Pacífico y articularlo con el tren de cercanías del Valle, la modernización y ampliación de los aeropuertos de Palmira y Buenaventura, así como la culminación de las dobles calzadas Santander de Quilichao- Popayán y Popayán-Pasto e impulsar la conexión Pacífico-Orinoquia. 

La educación como eje transversal para mejorar la calidad de vida de los habitantes del Pacífico es otro eje prioritario. Es necesario mejorar la infraestructura y las políticas de calidad educativa. También hay que garantizar los recursos financieros para atender a la primera infancia, así como crear un fondo condonable para la educación con el fin de financiar el periodo escolar de los estudiantes. Además, incentivar la calidad de los docentes y aumentar los cupos en la universidad pública para afrodescendientes e indígenas.

Respecto a la salud, se debe implementar una estrategia de atención primaria y comunitaria que contenga modelos de prevención, promoción y atención a los pacientes que incluya a las parteras y su saber ancestral. Se necesita priorizar la construcción de un hospital regional de segundo y tercer nivel en Buenaventura y fortalecer los hospitales de Tumaco y Quibdó. También hay que incentivar el talento humano para que trabaje en las zonas más lejanas y dispersas e implementar el uso de la telemedicina y las nuevas tecnologías.

Finalmente, hay que darle prioridad a la implementación de los acuerdos de paz, teniendo en cuenta aspectos como la sustitución de cultivos de uso ilícito; garantías de protección y reinserción a los desmovilizados; apoyo a los líderes y las organizaciones sociales; respeto a los derechos humanos y la consolidación de los proyectos de desarrollo social y económico en los municipios Pdet. En este contexto, es indispensable también que el próximo gobierno se comprometa a cumplir el 100% de los acuerdos del Paro Cívico de Buenaventura de 2017 y crear nuevas propuestas para el desarrollo de la ciudadanía.

Como vemos, son múltiples y complejos los retos que tendrá por cumplir la próxima administración para fomentar el desarrollo de la región y rescatarla de la pobreza y el abandono histórico. Por la inmensa riqueza de sus recursos naturales y su biodiversidad, por su estratégica ubicación geopolítica y la cultura pluriétnica de sus comunidades, el Pacífico debe ser una prioridad en la agenda del futuro gobierno.

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Disculpe usted querido lector que aún no le haya dicho que el libro se llama Si en Nueva York llovía en Cali no escampaba. Migración, salsa y caína. Y que ya está a la venta. Una serie de once textos que se mueven entre la columna, la crónica, el perfil y el periodismo literario.

Disculpe usted querido lector que aún no le haya dicho que el libro se llama Si en Nueva York llovía en Cali no escampaba. Migración, salsa y caína. Y que ya está a la venta. Una serie de once textos que se mueven entre la columna, la crónica, el perfil y el periodismo literario.

Un dato revelador escuchado en la radio en las primeras horas de la mañana de cualquier día de mayo de 2021 me arrojó a un viaje que terminó convertido en libro. El presidente del Grupo Argos (un conglomerado económico que con casi un centenar de negocios rinde homenaje al gigante de cien ojos de la mitología griega) aseguró en una entrevista que “el mercado de valores de Nueva York mueve 500 millones de dólares por minuto. Toda Colombia, entre 35 y 50 millones, en todo un día bueno”. En medio de la terrible enfermedad que debimos padecer por aquellas calendas: la infopandemia y el frío recalcitrante de mi pueblo, la cifra de Jorge Mario Velásquez me dejó congelado. Era lo único diferente a la infobesidad provocada por unos medios que no hablaban de otra cosa que no fuera el bicho aquel del ser quiróptero que no era Batman. El dato era un abismo entre una ciudad y un país. Entre la Capital del mundo y una nación donde la riqueza está más concentrada que la esencia del pachulí: el 10 % de nuestra población concentra entre el 70% y 80% de la riqueza, mientras que el 50 % inferior apenas posee cerca del 1%.

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Emergió entonces el viejo ofrecimiento de un amigo que varias veces me había dicho que debía conocer Nueva York. Él lleva varios años en la Gran Manzana y lejos estaban los primeros años de su pesadilla con el sueño americano: de comer sólo una sopa instantánea de tres dólares al día y dormir meses en un sofá o en un sótano húmedo y oscuro. Adaptado, ubicado y metido en la dinámica de una ciudad donde se vive para trabajar y no se trabaja para vivir, insistía en su invitación con el consabido: “compadre, compre el pasaje y no se preocupe por nada más”. Y se compró. En cada conversación se sentía la nostalgia del gran amigo por la distancia y la ilusión no tardía de hacer dinero para enviar remesas, adquirir finca raíz, poner un negocio, regresar a la tierrita y vivir de la renta en Colombia. Yo ya conocía Estados Unidos y lo cierto era que mi percepción no era muy favorable. Miami u Orlando son otro cuento que dista además de kilómetros, de lógicas y características opuestas a las que motivaron el libro del que hablaré o esta columna. Muchas diferencias en términos de movilidad, sistemas de transporte, diversidad étnica, comercio, turismo y un etcétera más largo que todos los puentes de Nueva York unidos y puestos en fila india.

De modo pues que, evocando a Juan Rulfo y su magnífico cuento Diles que no me maten, sentí unas ganas de viajar y conocer esta ciudad comparadas sólo con las ganas de vivir que puede sentir un recién resucitado. La verdad complementaria era que también quería escupir de mi vida y de mi memoria la relación con una oscura mujer murciélago cuya toxicidad se acerca a la de aquel 19. Y se logró. Quedarse es otra forma de partir nos recuerda una lacrimógena balada sesentera, pero lo que yo quería era tragarme el mundo para que ese miserable no me engullera. Irme bien lejos para comprobar que el desamor y desprecio que ahora sentía eran apenas otro escupitajo en la inmensidad de babas del amor romántico y no racional. Y como la vida es sueño y realidad, mientras releía La llama doble de Octavio Paz, Los amores difíciles de Italo Calvino y La puta de Babilonia de Fernando Vallejo, cayó en mis manos el libro La salsa en tiempos de nieve. La conexión latina Cali-Nueva York (1975-2000) del profesor Alejandro Ulloa Sanmiguel. Y esa fue la estocada. Un recorrido serio, investigado y apasionado por dos ciudades y tres fenómenos: la migración, la salsa y el narcotráfico, que me soplé en tres enviones y me dejó con un embale por Nueva York que debe ser lo más parecido a un viaje sideral.

Se sumaban razones para viajar y comenzaban a surgir algunas para investigar más y tratar de escribir algo. Algo que comenzó con la idea de escribir un par de columnas para el blog Sobre verbos del Noticiero 90 Minutos y que después de un verano y un invierno en Nueva York terminaron convertidas en una saga para la edición digital del medio regional, idea que surgió de la cabeza brillante del jefe de redacción del medio en cuestión Gerardo Quintero. Un año después escribiría en el prólogo: “Licha –así me dice- volcó un torrente de sensaciones con esa naturalidad que suelen tener los grandes escritores. Estas crónicas tienen la nobleza de quien se acerca desprevenidamente a un espacio que no conoce y con ojos de niño curioso nos conduce por una historia pasada y nos confronta con las realidades actuales de una ciudad monstruo de más de 20 millones de habitantes donde los caleños se las ingeniaron para construir un pequeño ‘Cali York’ en Queens, el más grande los cinco distritos que conforman la Babel de acero y el más diverso del mundo en términos étnicos”. Amigo entrañable el viejo Gerard.

Disculpe usted querido lector que aún no le haya dicho que el libro se llama Si en Nueva York llovía en Cali no escampaba. Migración, salsa y caína. Y que ya está a la venta. Una serie de once textos que se mueven entre la columna, la crónica, el perfil y el periodismo literario. Pero volvamos a Gerardo, que habla tan bien del libro y del autor que a veces pienso que escribió el prólogo pensando en otro texto y en otra persona: “Se trata de once historias que subvierten la columna de opinión. Digamos -para no detenernos en definiciones acaso pseudoacadémicas- que pueden ser once columnas ‘acronicadas’ u once crónicas ‘acolumnadas’ -donde se cuela un perfil demoledor-, en las que la ‘nieve’ aquella y el frío de la migración siempre parecieran estar presentes, pero en las que en cada párrafo se enciende ese fuego del gran narrador que habita en este hombre cargado de una pulsión periodística y, claro, narrativa”. Lo dicho, un amigo hasta los tuétanos y las entrañas.

La idea del libro se cuajó con Alejandro Aguirre, un cronista de tiempo completo ahora metido en la edición y publicación de libros. Eso que parecía se iba a perder en medio de la fugacidad televisiva o virtual merecía migrar al papel y quedar para la posteridad como testimonio vívido de lo vivido. Publicadas la mayoría entre las ultimas semanas de diciembre de 2021 y las primeras de enero de 2022, corrían el riesgo de perderse en medio del fragor de la rumba decembrina y de esa extraña burbuja en la que se introducen los caleños cada final de año para olvidarse de todo e ilusionarse con todo. Otros textos, como los del profesor Oscar Osorio y que pronto verán la luz como Allende el mar: crónicas migrantes, sirvieron de inspiración para este volumen que llega en blanco y negro para pintar un tridente policromático que no desaparece: la migración, la salsa y la cocaína. Algo de lo que primero hablé conmigo y ahora pueden escuchar y ver ustedes, pues un código QR en el libro permite ver las fotografías que congelaron para siempre algunos momentos en Nueva York y que me dictaron frases y personas inolvidables.

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El ejercicio trata de parar tu actividad desenfrenada, de no reenviar chats por impulso, de no reaccionar ante desacuerdos, ni buscar ni crear más mensajes hasta que te tomes el tiempo íntimo de entender que está pasando desde tu sentir y tu conocimiento libre de presiones

El ejercicio trata de parar tu actividad desenfrenada, de no reenviar chats por impulso, de no reaccionar ante desacuerdos, ni buscar ni crear más mensajes hasta que te tomes el tiempo íntimo de entender que está pasando desde tu sentir y tu conocimiento libre de presiones

El silencio ayuda a comprender, siendo conscientes de él, entramos en nuestro interior y nos escuchamos y observamos y podemos mirar con otros ojos, más profundos. El silencio nos prepara para el ruido.

Yo hice un alto por un tiempo, cada uno lo asume, puede ser parte del día o quizás por unas horas o unos minutos, se trata de dedicar de manera intima un momento para analizar la coyuntura política actual. A mí me permitió tener otra mirada, que no voy a comentar en este texto.

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El ejercicio trata de parar tu actividad desenfrenada, de no reenviar chats por impulso, de no reaccionar ante desacuerdos, ni buscar ni crear más mensajes hasta que te tomes el tiempo íntimo de entender que está pasando desde tu sentir y tu conocimiento libre de presiones. Se trata de calmar la mente, no llenarnos de información… solo escuchar adentro… situarnos en el presente personal … allí en este silencio, donde no hay pasión, afán, anhelo de poder, ni miedo… donde hay comprensión, percepción, una nueva razón, una oportunidad para interpretar la realidad desde nuestro sentir, previo a un conocimiento.

Te invito a escribir lo que quieres y puedes cambiar en tu entorno, lo que crees que se puede cambiar en este país, esta Colombia maravillosa a la que todos seguimos amando y en la que queremos creer. 

Camina por tu espacio, tu calle, tu ciudad, piensa en lo que hemos ganado y lo que hemos perdido y lo que estamos a punto de ganar y a punto de perder. En la responsabilidad que tenemos cada uno, si, cada uno, con lo que pasa en nuestras vidas y en nuestro país, pues nosotros como ciudadanos somos capaces de decidir el futuro, no desde la intoxicación informativa, sino desde la serenidad.

ismo mes, al año siguiente, en el futuro. 

Te invito a hacerte consciente hoy más que nunca de ti mismo y de lo importante que eres en la construcción de tu vida y de nuestro futuro colectivo. ¡No eres parte de un rebaño que hace o dice lo que otros dicen que debes hacer, o pensar, no! eres parte de una humanidad que habita en un país que necesita aprender a oírse más desde dentro, a amarse más, a respetarse más.  Oírnos para comprender al otro, para respetar al otro, para entender su argumentación, así no la compartamos, para valorar la diferencia, para crecer y construir juntos lo que este país se merece y necesita. Debemos trabajar en nosotros, pues en este momento hay muchos pensando estrategias masivas para que pensemos como ellos. Hoy por esta Colombia   necesitamos parar unos momentos, escucharnos primero a nosotros mismos y desde la conciencia del presente actuar. 

Reitero mi invitación para que en el momento preciso hagas un alto y pienses qué quieres para tu vida y qué quieres para el país. 

Esta no es una invitación a votar por uno u otro candidato, más bien es una invitación para soltar el miedo, soltar la pasión que enceguece, observar, ¿Qué futuro tendremos al momento de elegir? Mas allá de lo que dicen los medios de comunicación, las redes sociales, las personas que piensas igual y las que piensas diferente a ti, ¿Qué percibes tú, allá adentro, en tu silencio? Solo imagina que en tus manos está el futuro de este país y para tomar la mejor decisión necesitas estar en silencio para hacerlo, para tomar una decisión que sea verdaderamente tuya y beneficie a todos los habitantes de Colombia.

Te invito a salir del remolino de estos días, tomar un tiempo para analizar y decidir a conciencia, sin presiones, regálale ese tiempo al país que todo soñamos y merecemos tener. 

Comparte esta columna, solo si piensas que tiene algún sentido pensarnos desde el silencio antes de tomar una decisión y solo envíalo alguien que crees que se puede tomar el tiempo de leerlo y releerlo en su intimidad, para encontrar sus propias respuestas para un país que todavía se pregunta para donde va.

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